Me miraría las palmas de las manos en busca de las preguntas y, si hubiesen surcos, leería el guión para comunicarme con los entes de mi alrededor. Sin embargo, al mirar el papel solo veo mis dorsos y sus sombras: el movimiento del lápiz que se amarra bajo mis uñas y los trazos que rayan sus siluetas sin cuerpo.

Yo ilustro cuando las injusticias de sus tormentos me trasladan hasta su plano. Cuando el roce del carboncillo les da cobijo entre mis nudillos. Mis yemas se llenan de la luz que proyecta esa oscuridad de olor a ceniza: la de la línea y la intersección por la cual, a la misma hora del mismo día, cada punto es otro espacio en el mismo lugar.

Desde allí, ellos y yo, juntos, dibujamos familias para la siguiente muerte huérfana.

Jonatan Fortit